BIENAVENTURANZAS (I)

BIENAVENTURANZAS (I) He leído muchos comentarios “explicando” el significado de “pobre de espíritu” que está en la primera bienaventuranza. Algunas fantasiosas, otras sin fundamento en el texto, otras sin considerar la versión lucana de las bienaventuranzas, las de carácter económico y político. Frente a la infinidad tengo el mío. El texto griego más utilizado por ser más fiable dice “Μακάριοι οἱ πτωχοὶ τῷ πνεύματι”, donde “ptõchoi” es la palabra usada para pobre. Según los estudiosos, se utilizaba para los hambrientos, los indigentes, las personas en situación de vulnerabilidad social y los mendigos. Es la falta de medios, la falta de cosas básicas, incluida la participación social y política. Es una palabra que trae dificultades, traduciéndose como “humilde”, “pobre”. El mayor problema es la expresión griega “pneumati” (espíritu). Hay traducciones "en espíritu", "por espíritu", "de corazón", "espiritualmente pobre". Las bienaventuranzas del evangelio de Lucas se limitan a hablar de los pobres (bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios (Lc 6:20), sin adjetivos. Sería un indicio de que los pobres son más bendecidos por Dios. ¿O es porque al ser pobres, al no poder depender de los recursos económicos y financieros, dependen de Dios para todo? ¿La pobreza se ve en la dimensión del salmista que miraba al monte y preguntaba: ¿de dónde viene mi ayuda?”. ¿Sería una forma de, como nos enseña la Teología de la Liberación, que Dios tiene un compromiso privilegiado con los pobres, las viudas, los huérfanos y los extranjeros?, ¿sería una adenda a la elección de Israel de que “el Señor no se agradó de vosotros ni os escogieron porque erais más numerosos que todos los demás pueblos, ¿porque erais menos numerosos que cualquier pueblo”? Deuteronomio 7:7). ¿Podría la pobreza ser el lugar de la gracia? Mi impresión es que el texto habla de personas que se saben iguales a los demás, que no se creen mayores ni mejores, que consideran “a los demás mejores que ellos mismos” (Flp 2,3). Pobre es la persona que no es petulante, jactanciosa, arrogante, que por posición o posición social o políticamente superior se siente el “rey de la cocada”. No es lo que dices: “yo lo hago”, “lo meto”, “tengo el bolígrafo”, “yo soy el que está en la silla”. El pobre tiene una expresión corporal que coincide con su actitud. No tiene la nariz en alto, no mira hacia abajo (un buen ejemplo es Trump, Putin, los mayores arrogantes de los últimos tiempos). No es alguien que tiene la actitud del candidato en las campañas políticas y en los mítines, que sacaría un bocadillo del bolsillo para decir que es pobre. Esta bienaventuranza, como las demás, trae consigo la promesa: “de ellos es el Reino de los cielos”. Hay dos opuestos: la pobreza y la herencia del Reino. En la dimensión práctica de la vida cotidiana, ser pobre significa comportarse como los demás, sabiendo que el Reino nos espera. Es creer y practicar lo que enseña Pedro: “Humillaos bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido tiempo” (Pe 1:6). Ser pobre significa tener la mirada puesta en el futuro y el cumplir la promesa. Marcos Inhauser

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