BIENAVENTURANZAS (X)

BIENAVENTURANZAS (X) “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5,7) La misericordia aparece en el Antiguo Testamento y se utilizan tres palabras: “rahamim” (amor visceral), “hesed” (magnanimidad) y “hen” (cuidado, gracia, favor). El primero habla de un movimiento íntimo, instintivo, provocado por un temblor de amor que se convierte en compasión, capacidad de sufrir con alguien, ternura. Es un sentimiento femenino, materno, que nace en las entrañas de la madre que sabe sufrir con el niño presente en el útero. El segundo (hesed) es algo más amplio: significa amor, benevolencia, bondad, piedad, gracia. La mayoría de las veces es un sentimiento masculino. Expresa misericordia en términos relacionales e indica comportamiento. El tercero (hen) indica inclinarse, prestar atención, ser amable, promover la curación, ser cordial y elegante. En la Septuaginta y el Nuevo Testamento aparecen “splanchna” (afectos), “agápê/eleósi” (amor/compasión) y “oiktirmós” (piedad), que caracterizan las acciones de Dios y de Jesús, de Dios como misericordia. También está “eleemon” (tener misericordia, mostrar compasión o ser misericordioso); y “oiktirmos” (compasión o lástima). Es la tolerancia divina al mostrar compasión y pasar por alto los pecados. La misericordia sugiere que Dios actúe con paciencia hacia aquellos que merecen ser castigados. No es una obligación divina, sino algo que Dios concede a quienes no lo merecen. Actuar con paciencia no es injusticia, pero sí no hacer justicia de inmediato. Esto va más allá de nuestro entendimiento. El Dios paciente y su misericordia es incomprensible comparado con el concepto del Dios justo y santo. Esto es lo que dirá Pablo: oró para que pudiéramos comprender “la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que sobrepasa todo entendimiento, para que seáis llenos de la plenitud de Dios”. (Efesios 3:18-19). En la bienaventuranza de la misericordia se pide este comportamiento paciente ante los errores, desviaciones y pecados de los demás. La naturaleza humana es pródiga en “saber a medias y juzgar en su totalidad”, emitiendo diagnósticos serios basados en un solo síntoma. Por eso la Biblia enseña que no debemos juzgar para no ser juzgados y que, con la misma medida con la que midamos, seremos medidos. Hay un elemento de reciprocidad en la bienaventuranza: siendo misericordiosos recibiremos misericordia. No es que sea una acción retributiva por parte de Dios, sino por parte humana. Si somos misericordiosos con nuestros hermanos y hermanas, esto los llevará a ser misericordiosos con nosotros también. Marcos Inhauser

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