BIENAVENTURANZAS (II)
BIENAVENTURANZAS (II)
La versión lucana de la primera bienaventuranza menciona al pobre, sin calificarlo, a diferencia de la versión de Mateo, que lo adjetiva con “de espíritu”. Los estudios realizados por especialistas en los textos de los evangelios y con reconocimiento en sus áreas de actividad, no llegan a una conclusión, enumerando posibilidades para esta diferencia.
No me atrevo a resolver el tema, pero presento algunas reflexiones sobre la posición del segundo evangelista. Según J. Dupont (A Pobreza Evangélica, ED. Paulinas, 1976, pg 38) de las 26 veces que aparece el “pobre”, 21 de ellas se ocupan de lo necesitado, que requiere ayuda y cuidado. Afirma también que: “Lo que se puede dar por sentado es que la recitación de los Salmos animaba a los pobres a “espiritualizar” su condición. Otra cosa muy clara que merece destacarse es que la mayoría de los Salmos sobre los pobres fueron escritos por autores infelices, humillados y oprimidos” (pág. 26). En el escándalo de la pobreza, “los pobres esperan la ayuda de sus hermanos, pero antes que nada se dirigen a Dios mediante la oración” (pág. 26).
Cabe señalar que las bienaventuranzas no sólo hablan de los pobres, sino de los demás que sufren: los agraviados, los que lloran, los perseguidos por causa de la justicia. También alude a comportamientos que no se encuentran fácilmente en la sociedad: mansos, misericordiosos, limpios de corazón, pacificadores. Parece que Lucas no está hablando de personas que tengan reconocimiento social por sus condiciones y comportamiento. Si así fuera, no necesitarían la bienaventuranza, pues ya estaban bendecidos.
Esencial para comprenderlo es darse cuenta de que, cuando se habla de los pobres en su condición de pobreza, no hay recompensa de prosperidad, de riqueza. Jesús promete el Reino de Dios. Viviendo tiempos de difusión de la Teología de la Prosperidad y narcisismo de los líderes, esto debería llamar la atención. No hay ninguna promesa de opulencia, ni de éxito o grandeza. En tiempos en que las iglesias y sus líderes se miden por el número de personas que las siguen, la bienaventuranza parece colocar otro parámetro: el Reino y sus valores, donde el servicio en amor al prójimo es uno de los pilares. En el Reino, el mayor es el menor, el despreciado será exaltado, el que se sienta en los últimos bancos tendrá un asiento de honor, la ofrenda de la viuda es reconocida y perpetuada en la memoria. El Reino pone de patas arriba los valores sociales aceptados. Es contracultura, contracorriente.
Marcos Inhauser
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