ESPIRITUALIDADES ANTAGÓNICAS
ESPIRITUALIDADES ANTAGÓNICAS
He estado trabajando en el tema del pietismo como reacción a la ortodoxia predominante en las iglesias luteranas en el siglo XVIII. La rigidez litúrgica, la vida cristiana entendida como aceptación (¿o recitación?) de conceptos teológicos, llevó a la iglesia a un estado de aridez espiritual. El pietismo surge como reacción, enfatizando la vida espiritual con énfasis en la piedad personal, los estudios bíblicos, la oración y la acción social. Aunque era un movimiento que pretendía reformar la iglesia desde adentro de la estructura, fue criticado y prohibido en muchos lugares.
Al observar estos dos momentos antagónicos en la vida de la iglesia, veo algo que, simplificando (y tal vez incluso caricaturizando) fue la tensión entre la fe académica y la fe individual, entre la espiritualidad institucionalizada y la espontánea, entre una versión pastoral centrada en el púlpito y predicación y una versión pastoral centrada en la persona y las relaciones.
No creo en la academia pura, desconectada de la vida eclesial, del contacto con los feligreses. No creo en el pastoreo de la ignorancia, donde los auto ordenados creen en ungüentos divinos y prometen bendiciones y curas milagrosas, con prédicas anémicas y pisoteando las reglas más básicas de la lógica y interpretación bíblica.
Si por un lado está la entronización del conocimiento teológico, con la arrogancia de los “iluminados”, por otro lado, están los analfabetos bíblicos y teológicos que también son arrogantes y prepotentes, porque no tienen una visión del universo de complejidades humanas y conceptuales. Si los primeros consiguen partir un pelo al medio, los segundos se tragan ranas pensando que es filete más macio. Los primeros enseñan lo que la gran mayoría no quiere aprender y los segundos hablan mucho y no enseñan nada porque hablan lo obvio. El gran enigma es entender por qué los académicos tienen una audiencia pequeña y los ignorantes llenan los estadios.
Esto me recuerda el dicho que escuché una vez: “cada payaso tiene su público”. Por tanto, se concluye que la cantidad no es un criterio para evaluar la calidad. Si así fuera, y considerando la coherencia lógica de las ideas presentadas, la audiencia mínima es señal de autoridad. Con razón Jesús dijo que “donde están dos o tres reunidos en mi nombre”, que el Maestro formó un grupo de doce discípulos y dijo que la multitud Lo seguía por causa de la comida. Parece que cuanta más gente sigue, más evidencia hay de que algo anda mal.
Lo que se tiene es la búsqueda de “likes” que promueven las redes sociales y que convierten obviedades y mentes superficiales en “celebridades”, la calidad de los diálogos y el número de votos en los “reality shows”, la predicación meiiática y el histrionismo, la cantidad de líderes religiosos narcisistas que publican más “selfies” que enseñanzas. En los auditorios religiosos hay más público para espectáculos que para reflexión, para acontecimientos que para enseñanza, para emoción que para comunión, más ruido que devoción, más aplausos que compromiso.
Marcos Inhauser
Comentarios
Publicar un comentario