LA HERMENÉUTICA BÍBLICA ES ARQUELOLOGÍA
LA HERMENÉUTICA BÍBLICA ES ARQUELOLOGÍA
Me encantan los documentarios sobre excavaciones arqueológicas. Me fascina ver la diligencia con la que investigan documentos, localizaciones, realizan intentos basados en sospechas y profundizan en las excavaciones. La tierra excavada con cuidado quirúrgico se tamiza en busca de fragmentos. Se delimitan sitios donde algo apunta a la posible existencia de objetos, enteros o fragmentados, y se elimina la suciedad y el polvo con la precisión de un relojero. Palas, picos, reglas, cintas métricas, espátulas, cepillos, linternas, cámaras fotográficas, levas para transmitir el avance de las excavaciones y decenas de elementos más componen el arsenal del arqueólogo.
El trabajo es duro, agotador y requiere mucho tiempo. Hay casos en los que fueron necesarios más de diez años para obtener resultados satisfactorios y convincentes. Cuando encuentran algo con inscripciones, a menudo en un idioma desconocido o muy antiguo, casi irreconocible, se llama a todo un grupo de expertos para descifrar lo que está escrito allí.
En el ámbito bíblico ocurre lo mismo. Hay manuscritos muy antiguos, recuperados por suerte o por el duro trabajo de los especialistas. Cualquiera que se acerque a la Biblia debe tener en cuenta que se enfrenta a una obra que es un cadáver. Los primeros escritos conocidos tienen siglos de antigüedad y lo que tenemos no son los originales. Trabajamos con réplicas, que son copias de copias, que sabemos, en el proceso de transmisión textual, han sufrido interferencias, ya sea por error de copista o por “ajustes” para favorecer tal o cual interpretación o actualidad.
Hay que tener en cuenta que, en la historia relatada en los textos bíblicos, si bien hay descubrimientos que corroboran narraciones, hay mucho que está “oculto” y que las investigaciones aún no han revelado. No menos importante es considerar que la historia de Israel es la de un pueblo periférico a los grandes imperios de la Antigüedad, que las narraciones evangélicas están relacionadas con una zona periférica del imperio romano, y que mucha de la información aún carece de información histórica y pruebas arqueológicas.
Es importante considerar que las lenguas en las que se escribieron los textos bíblicos son lenguas que están muertas desde hace mucho tiempo. Usar el hebreo y el griego modernos para identificar palabras y sus significados es violencia etimológica. Examinar detenidamente los textos de manuscritos antiguos es como examinar cuerpos momificados que, aunque son humanos, no pueden diagnosticarse honestamente con herramientas y conceptos modernos. Hay pistas, pero no el panorama completo. Además, las escrituras son mapas que informan caminos del pasado, pero nunca hacen revivir en su esplendor lo que fue.
Así, el hermeneuta, el exégeta, el predicador bíblico deben tener presente que sus conclusiones son posibilidades interpretativas y nunca certezas absolutas. Revelan cuerpos, pero no los resucita.
En el campo del estudio bíblico, cuanto menos se sabe uno, más dogmático y lleno de verdades es el predicador.
Marcos Inhauser
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